martes, 30 de marzo de 2010

Divagaciones acerca del arte

Un compositor, como un escritor, como un músico, ha de ser consciente en todo momento de que su obra, hecha para imbuirse en el interior del público, va a crear una serie de efectos. Positivos o negativos, eso no importa; hablo de efectos que puedan guardar relación con el rechazo o con el aplauso a dicha obra.
Hay que elegir con suma delicadeza las notas, las letras, el compás de las líneas que componen una canción o un texto.
Y con esto no sólo me refiero a personas que componen textos o canciones, me refiero también a quienes tocan.
Un mismo concierto puede ser un bálsamo para una persona cuando para otra puede ser una verdadera tortura, y contra esto el músico no puede sino poner cariño en cada pieza tocada, porque, como buen músico, habría de saber que la música tiene la capacidad de llenar el alma, así como la literatura, el cine, la pintura o cualquier tipo de arte.
Quien trabaja con arte trabaja con personas, con emociones.
Si un músico quiere transmitir su tristeza en su pieza, no tiene más que empapar la composición en su alma, y el receptor, si está capacitado, sentirá esa tristeza que, aunque seguro que de otro modo, empapará su alma y sus sentidos.
Ocurre lo mismo con los escritores, con los guionistas o con los pintores.
Si trabajamos con arte, no vale con hacer obras vistosas, hay que darles corazón y sentir sus latidos.


Estefanía Ramos