miércoles, 25 de noviembre de 2009

Pilar Molinos. Una estrella que alumbra


Las obras de Pilar Molinos son como una prolongación de su casa, es lo mismo que decir que son la prolongación de su pensamiento o de su alma, porque estas dos cosas habitan en ellos; en su hogar y en su pintura.

Son imágenes equilibradas, cabales e hipnóticas; entrañables como un gramófono con discos de papel y cercanas como ella misma. Me gusta el orden anárquico y el desenfado que desprenden sus colores; además, me ocurre algo curioso que no había experimentado nunca con una pintura… me entran ganas de comer y de beber. Un picadillo de tomate, pimiento verde, cebolla, pepino y una buena cerveza fria; esta es una de las cosas que me sugieren esos colores y esas formas.

Me alegra que haya un artista que no traumatice, no desespere, no haga un nudo en el estómago. Me gusta que me estimule esos sentidos primarios tan ligados a su pueblo (que casi es el mio), porque sirve para que me relaje y haya una tregua en mis guerras internas por un momento. Son como unas pequeñas vacaciones, más reales y más productivas; precisamente porque son interiores, no son materiales, no necesitas coger las maletas e irte a otro sitio, porque te estás desplazando por dentro.

El Pan y el Amor que ella difunde pueden estar implicitos en el color de ese pimiento, de ese tomate, porque forman parte de la propia Naturaleza; y la conexión con esta misma es la conexión con tu propio espíritu, que muchas veces lo pierdes y con sus obras lo encuentras de nuevo.

Arín Dodó

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