martes, 7 de septiembre de 2010

Kazuo Ohno, el viejo saltarín

Cuando me enteré de la muerte de Kazuo Ohno no tenía ni idea de quién era. Siempre pasa lo mismo, llegamos tarde y mal a todos los sitios. Cuando una mujer te gusta, tú a ella no; y cuando te quiere ella, tú tienes la mente en otro lado.
No he podido disfrutar de Kazuo Ohno mientras ha vivido, pero al menos me queda internet. Los videos de sus performances te pueden dejar entrar en otros límites del espacio y del tiempo. Ver a un octogenario o nonagenario (no puedo determinar la edad, sólo sé que murió con 103 y empezó bastante tarde) moverse a cámara lenta acompañado de música minimalista japonesa te sumerge en un mundo irreal que te pone los pelos de punta y al menos, a mí, me crea una sensación de espanto que no me la quito facilmente de la cabeza. Me gusta imaginarme cuando estoy sólo, que me encuentro en un teatro pequeño con luces muy ténues, viendo a este hombre tan canijo y tan viejo moviéndose delante de mí.
No tengo ni idea de lo que querría él decir, ni falta que me hace. Sus movimientos, acompañados de esa música simple, me generan un montón de sensaciones que ni puedo ni quiero explicar. No necesito un motivo, ni un tema.
Es como las palabras en la música: su sonido, la fonética de esas palabras, son suficientes para hacerme sentir muchas cosas... y creo que muchas más cosas que el propio significado de las mismas.
Me parece que el mensaje en las obras artísticas, impregnarlas de una ideología es algo extra, a mí me sobra. Eso se lo dejo a los políticos y demagogos y a los que necesitan estar siempre convenciendo a los demás; en lugar de enseñarles a sentir.
Creo que Kazuo Ohno es uno de los que no necesitan utilizar su boca, ni emitir ningún sonido para atravesarte la piel y enseñarte algo distinto a lo que nos tienen acostumbrados.
Ha sido una desgracia descubrirlo tan tarde.
Pero así es la vida... siempre habrá un desfase y una falta de sincronización.

Atentamente

Arín Dodó

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